Fantasmas, cadáveres y cuatro hombres atractivos… ¿qué puede hacer una chica?
Abandonada a los tres años (¿qué padres quieren una hija que ve fantasmas?), aprendí que el mundo castiga rápido a los inadaptados. Intento con todas mis fuerzas ser una humana normal y aburrida, pero la llamada de lo sobrenatural no puede ignorarse.
Cuando un desconocido se presenta en mi casa en mitad de la noche, no es un encuentro sexy. En lugar de eso tengo que ir a un cementerio a desenterrar a una víctima de asesinato por la exigencia del coven local de vampiros. Y ese pequeño delito es solo el principio.
El espíritu de la mujer ha desaparecido (algo que debería ser imposible) y todo el mundo espera que yo tenga respuestas. Kase, el vampiro que es tanto aterrador como reservado; Grant, un mago con mala actitud y mucho poder; Troy, el posesivo hombre lobo detective que vive en la casa de al lado; y Hunter, un chico malo misterioso que ni siquiera se acerca a ser humano.
Es una carrera no solo contra el tiempo, sino contra todo para averiguar a dónde están yendo los espíritus, quién está detrás de todo y si puedo confiar en los hombres con los que ahora comparto la cama.
Y todo por robar una tumba de nada…
General Release Date: 4th October 2021
Ojalá ver un cuerpo flotante prácticamente sin cabeza a las tres de la mañana fuera algo inusual para mí, pero aquella era la cuarta vez que ese en concreto me había visitado en el mismo número de semanas.
Gruñí después de mirar el reloj. Por lo menos es puntual.
—¡Véngame! —ordenó la aparición con una voz fantasmal exagerada.
Me incorporé para lanzarle una mirada irritada.
—No me vengas con esa mierda siniestra, Melinda. No soy una niña que intenta hablar con fantasmas en una fiesta de pijamas.
El espíritu titiló antes de cruzar los brazos y devolverme la mirada irritada. Los fantasmas tienen una actitud horrible.
—Si hubieras hecho lo que quería la primera vez que te lo pedí no tendría que seguir molestándote.
—Quieres que mate a un adolescente.
—Él me mató a mí. ¿Cómo puedes decirme que no es una reacción justa?
—Te saltaste un semáforo en rojo porque estabas intentando mezclar tu macchiato de caramelo mientras te quejabas de que el camarero no lo había preparado de la forma adecuada. No puedes culparle por eso.
Frunció los labios como si hubiera dejado escapar un suspiro enorme, pero, al ser incorpórea, no salió nada de aire.
—Si él no hubiera estado conduciendo, no habría pasado nada. ¿No es este tu trabajo? ¿Arreglar las cosas? Te dieron este don por una razón.
—No tengo ni idea de por qué me dieron este «don», pero sé que no voy a usarlo para asesinar adolescentes inocentes.
—¿Puedo hablar con alguien que esté por encima de ti? ¿Tu jefe o algo?
Gruñí y me froté los ojos mientras quedaba claro que no iba a poder volver a dormirme pronto.
—¿En serio acabas de pedir hablar con mi supervisor? Mira, si puedes encontrar a quien sea que sea responsable de mí, ve y habla con él. Y mientras lo haces, dile que me gustaría dimitir.
Melinda me apuntó con un dedo huesudo.
—¿Sabes quién soy?
—Alguien que lleva cuatro semanas sin dejarme dormir.
—Y seguiré haciéndolo hasta que aceptes ayudarme.
Era una buena amenaza en lo que a amenazas se refería. La mayoría de los fantasmas intentaban asustarme para que hiciera lo que querían, pero cuando alguien había visto tanto como yo, esas tácticas no funcionaban. Lo peor que podía hacer una aparición era molestarme hasta que perdiera su lazo con este mundo y se fuera al más allá. Un poltergeist podía hacer algo de daño, pero afortunadamente había pocos.
La silueta de Melinda ya había perdido definición. Se había apagado hasta ser más un centelleo que una imagen clara. En otra semana, a lo mejor en dos, se convertiría en un suspiro antes de dejar de existir.
—Y seguiré ignorándote hasta que ya no estés en este mundo.
Soltó un resoplido de autoridad.
—¡Mírame! No puedo creerme que esté aquí sentada siendo ignorada por una chica bajita y desaliñada con el pelo horrible.
Pensé en decirle que normalmente no tenía el pelo tan salvaje, pero que era lo que pasaba cuando alguien me despertaba a mitad de la noche.
—Tienes que reconciliarte con lo que pasó —le dije mientras me daba la vuelta y le daba la espalda—. Porque yo no voy a ayudarte.
La cama no se hundió, pero una sensación eléctrica que quería decir que estaba cerca me recorrió la espalda.
—Se suponía que no tenía que pasar así —susurró sin la seguridad de antes—. No se suponía que yo iba a morir así.
—Siempre pasa lo mismo. Todo el mundo piensa que su muerte será algún gran sacrificio, algo noble, pero no es así.
—Harrison ya está viviendo con su amante en nuestra casa.
Vale, yo no era completamente insensible, porque eso hizo que me diera una punzada de dolor en el pecho. Estar muerta era un aso, de eso estaba segura. Pero ¿que se olvidaran de ti tan rápido? ¿Que te reemplazaran? Mucho peor.
—El mundo sigue girando. Si he aprendido algo, es que no importa lo que pase, no importa quién muera o cómo, el mundo no se detiene por ninguno de nosotros.
—¿Entonces qué importa? ¿Por qué importa nada si, tan pronto como nos vamos, todo desaparece?
Me acurruqué en la calidez de la cama sin estar segura de qué decirle. Ella quería que la tranquilizara. Quería que le dijera que había algún gran plan, que al final del día todo tenía sentido. Me hubiera encantado decirle eso porque me encantaría oírlo… me encantaría creérmelo.
La realidad era que pese a haberme pasado la vida rodeada de muerte, no tenía una sabiduría impactante al respecto. No sabía por qué estábamos allí, o cuál era el gran propósito, o por qué nada de aquello significaba algo.
En lugar de eso, le dije lo único que podía decirle.
—Acéptalo, Melinda, porque no querrás acabar donde irás si no lo haces.
Gimió con el grito de un alma que pocos podían oír e incluso menos podían sobrevivir. Hizo que me sintiera como si me fueran a sangrar los oídos, así que cogí los auriculares y puse la música alta para dejar de oírlo.
Se iría pronto, solo se quedaba durante unos veinte minutos. Yo llevaba haciendo eso el tiempo suficiente como para saber quiénes cruzarían al otro lado y quiénes se quedarían atrapados. ¿Y Melinda?
Se quedaría atrapada. Se aferraría e intentaría negociar hasta el último minuto, cuando se desvanecería y acabaría en el purgatorio. Ni siquiera a mí me gustaba pensar en ello, en el lugar que había visto un puñado de veces y que hacía que sintiera un terror insistente e insidioso.
El bajo grave y la batería rítmica ahogaron el gemido y volví a dormirme. Por fin.